Desde la orilla de tu amor

Poemas a Blanca                                                     1967

1

En cuatro rayos de sol

el frío enero declina

con un azul misterioso

y una vaguedad infinita.

Días azules y blancos

-más allá el mar y la brisa-

se dan la mano; la nieve

desciende de las colinas

soñando y cantando suaves

poemas sin voz ni rima.

Todo es blanco, los almendros

se ponen blancos aprisa.

La primavera en enero

aquí es más pura y más niña.

¡Venid, poetas de amor!

Contárselo a Margarita.

¡Poetas, id y contarle

-que yo no sé- mi alegría.

2

Yo no quiero otro color

que no sea blanco o azul.

Yo no quiero más que un cielo,

un almendro en flor... o tú.

Yo no quiero otra mirada

que no sea la tuya azul.

Yo no quiero que tus ojos,

que el almendro, que la luz,

que las flores, que la nieve...,

que tus besos sean mi cruz.

Yo no quiero más palabras

que las que pronuncias tú.

Yo no quiero más que un cielo,

un almendro en flor y tú.

Yo no quiero otro color

que no sea blanco o azul.

3

¿Cómo era?                               

Su alma:                                   

              dulce tristeza

de un amanecer  sin sueño,

dormidos jazmines, rojas

amapolas, pensamientos

de un niño pobre que llora

por un caluroso beso.

4

Floreció la primavera

una tarde que nevaba

cuando vi los dulces ojos

azules claros de Blanca

sonreír bajo la nieve

entre un borbotón de lágrimas.                           

5

A Blanca la conocí

una tarde melancólica,

llevaba el cabello suelto,

la sonrisa rumorosa.

Sus ojos, azules claros,

en la noche eran aurora,

rocío eran sus lágrimas

límpidas y temblorosas.

Muchas tardes la veía

cruzarse ante mí. Su boca,

remanso de soledades,

llevaba oculta una nota:

como una tristeza alegre,

como una risa llorosa,

como un adiós sin respuesta,

como un campo de amapolas.

Tanto la vi, que mis ojos

pronto la llamaron novia.

Era tan bonita y triste,

tan cristalina y tan honda,

su mirada que, con ella,

la luz se volvía sombra.

6

Blanca, Blanca, Blanca, Blanca...

¡Ay, que no puedo vivir

si no me repito Blanca!

7

¡Ay, si pudiera mirarte

y no encontrar tu mirada!

Que sólo viera tu frente

azul-amarillo-pálida.

Azul de tus ojos claros,

brisa fresca de tu alma,

iris de lluvia en la tarde

plena de grillos y cálida.

Amarillo el horizonte

en las horas de nostalgia,

cuando el sol medio dormido

besa la agreste montaña.

Pálida..., pálida voz

de tu pecho, sosegada,

que susurra en mis oídos

con rumor de catarata.

...¡Ay, si pudiera mirarte

y no encontrar tu mirada!

8

Los latidos de tu pecho

sentí, cuando al conocerte

me miraste, y no supe

que hacer para retenerles.

El canto del ruiseñor

se asemeja al de la fuente:

ella hace rimas con agua

y él, cantando, se la bebe.

Siempre que pienso, mi alma

se alegra. Sólo con verte

mi pecho late y mis ojos...

¡Mírame para que tiemble!

Nunca me he sentido triste,

pero desde que no vienes

a mirarme, como antes,

pienso que ya no me quieres.

9

En una noche mojada

de verano en el invierno,

te vi, lucero del alba,

en el crepúsculo incierto.

Te vi nacer, entre grillos,

silencioso y soñoliento;

era una noche mojada

de verano en el invierno.

Salí de mi alma un rato

para contemplar el cielo

y, en un silencio de grillos,

te vi, brillante lucero.

Ibas vestido de blanco,

como Blanca en el invierno.

Era una noche mojada:

te vi, te miré en silencio

y, volviendo por mis pasos,

me fui a mi alma corriendo.

10

Pero el molino y la fuente

y la ensenada y la noria,

¿en dónde están? ¿Y el remanso

siempre tierno de tu boca?

Ya te tengo aprisionada,

pura y cristalina forma:

en una palabra cabes,

inmaterial, blanca toda.

No eres ni carne, ni alma,

ni azul, ni blanca, ni rosa...

Tú, Blanca, besas mi vida

con una existencia propia:

tu voz, tus ojos, tus labios...,

y este latir que me ahoga.

Pero el molino y la fuente

y la ensenada y la noria,

¿en dónde están? ¿Y el remanso

siempre tierno de tu boca?

11

Los almendros florecidos

de la ladera, en enero,

son romances de juglar

escritos con blancos versos.

Su menuda floración,

floración antes del tiempo,

floración blanca en la sierra

cual mimo de terciopelo.

Es un sencillo poema:

rimas que se lleva el viento,

flores blancas..., rimas blancas

derramadas en silencio

de brisa, pedazos de

primavera en el invierno.

Tierna armonía vibrante

en ciernes, canto secreto

de alma que en amor se quema...

¡Oh, blanca flor del almendro!

"Déu te guard, bandera blanca,

 dies ha que t'he delit!"

J. Maragall

12

¡Almendro, bandera blanca

sobre la sierra plantada!

Aún no eres la primavera

y la eres ya en esperanza.

Eres la nieve hecha copos

de tibieza, en la mañana.

Eres la paz del invierno,

remanso puro del alma,

catarata de silencio

que en la tierra se derrama,

cual vellocino extendido

de plenitud delicada.

Tú que sonríes al aire

frío y al viento y al agua.

Tú que en los fríos de enero

con esplendor te levantas.

Tú que eres el ideal

que tanto anhela mi alma.

Buenos días, te saludo.

¡Almendro, bandera blanca!

 

13

La vi cuando se marchaba:

ella me miró de lejos.

Dos manos en un adiós

se elevaron en silencio.

Dos sonrisas mudas, labios...

Tras los cristales, su cuerpo

 se esfumaba por la niebla.

El aire no vio el secreto.

14

Lloro para ver si tú

lloras también por mi pena.

Y ver tus ojos azules

claros, con rojo violeta.

Lloro para ver tu cara

pálida, de niña buena,

surcada de finos hilos

de música y de tristeza,

que se descubre en la imagen

pura y sutil que me queda.

Lloro para ver pasar

aquellas tardes eternas

que, cogidos de la mano,

hablábamos de poetas,

mientras el blanco y azul

de claro cielo y estrellas

lo iba irisando la noche.

Lloro... No sé. Mi tristeza

se me derrama y no sé

que hacer para retenerla.

¡Qué hacer... Si estando tan lejos,

Blanca, vienes y me besas.

15

¿Olvidaré tu lírica mirada

y tus cabellos de oro,

y en mis iris azules

se secará un sollozo?

¿Todo habrá sido un sueño

mudo y loco

del que despertaré?

¿ Y volverá el otoño,

y con sus tristes hojas

se llevará tu recuerdo de mis ojos,

que mis iris azules

guardan cual flor de loto?

16

Me persiguen tus labios

como frutas maduras del otoño,

en este amanecer

tan tibio y luminoso.

Y se inserta en mi espíritu,

cuando cierro los ojos,

un olor a naranja

sin jugo y sin contorno.

Tus cabellos desnudos,

en esta luz de oro,

aprisionan mi pecho

hasta volverme loco.

Y yo lanzando un grito,

huyendo de ti, Blanca,

me oculto entre tu rostro.

17

Me voy quedando ciego

para no verte, Blanca.

Estás en los almendros

estás en la montaña;

y aunque con mi ceguera

quisiera disiparla,

tu blancura tan triste,

tu sonrisa, tan cándida,

no podré porque ya

se ha prendido a mi alma.

Y cuando miro al cielo,

en la noche estrellada,

te encuentro con la luna

y yo te llamo Blanca.

18

Para no ver tus ojos

camino por la lluvia,

cual paraguas abierto en el silencio

de la tarde de bruma.

Para no ver tus ojos

aborrezco la luna

y no miro la luz de las estrellas

por no encontrar la tuya.

Para no ver tus ojos

y verte tan desnuda,

cierro los míos en un llorar sin término

que en la nieblas esfuma.

Para no ver tus ojos

camino por la lluvia

de mi corazón triste, que se aleja

para no volver nunca.

19

El sol ya no se ve:

cual naranja madura

cayó tras la montaña ya dormido.

Un remanso de luna

virgínea besa el campo de sombras:

silencio.

               Tú, desnuda,

tras la verja de nieve,

a la vez blanca y rubia,

eternamente esperas que te abra,

eternamente muda.

Eternamente llueve.

Llora mi corazón bajo la lluvia

porque esperas que abra,

pero se... ¡Escucha, escucha...!

¿No sabes que mis manos no existen

y no podré abrir nunca?

20

Me he fabricado un  dios

azul, blanco, sin forma.

Dorado y triste

como un alba dormida y rumorosa

que gira en el ocaso de mi mente.

Mi dios es Blanca ahora.

Un beso que se pierde,

azul, blanco, sin forma...

¡Mi diosa, solo mi diosa idolatrada brota!

21

Un amor

que no he llegado a comprender

y ya se esfuma.

Un amor de mujer

bajo la luna

me sonrió.

Dulce y suave,

con melancólica tristeza

inadvertida,

se fue en la primavera.

Y Margarita

es la que sabe

mi dolor.

22

Muralla que te cierra

el camino. Tortura,

abismo blanco

y transparente, inmensidad traslúcida.

Despertar la esperanza

sin saber que te empuja;

bajar en catarata

por infinita soledad de lluvias.

Manso río de nieve,

loco río de espuma,

recuerdos que en la noche

avivan el dolor y la locura.

Tu nombre. Hacia tu nombre

como vertiente única,

mi corazón se tiende

en el silencio de su sepultura.

23

Para decirte te quiero

no me quedan ya palabras.

De tanto soñar contigo

te tengo casi olvidada.

Te has hecho vago perfume,

tímida esencia que pasa,

sueño en mi sueño te has hecho,

forma, realidad soñada.

Para pronunciar tu nombre

tu nombre ya no hace falta.

Para decirte te quiero

ya no me quedan palabras.