DO N    P E R G A M I N O

Juguete cómico

Maribel Gómez

M. A. Hernández

y Fernando Cuadrado

 

 

 

 

 

 

 

REPARTO

DON PERGAMINO,

profesor de cuentas y gramática.

FRANCISCO,

alumno con N.E.E.s: está integrado y es feliz.

POLVORÍN,

alumno inquieto e investigador; hiperactivo, según la ficha del Equipo. Es experto en idiomas: es el traductor oficial de Francisco e íntimo amigo suyo.

Tío TIE,

alumno que se atranca cuando empieza a hablar; disfémico, según el Equipo, para ser rigurosos, disfemia tónico-clónica. Le interesa y le sorprende casi todo.

PETETA,

alumna inteligentísima, no llega a ser repelente. Resuelve todos los asuntos de tipo intelectual de la clase. Lleva un programa especial de ampliaci6n de estudios. Recurren a ella todos, incluso don Pergamino.

JESUSA,

alumna a la que le deleita la buena mesa. Sin embargo, siempre comparte con sus compañeros el enorme bocadillo que trae de casa. Es obesa, según el Equipo, pero ella mantiene que está más bien flaca.

CARMENCITA,

alumna. Le encanta jugar a la pídola con Polvorín y al marro con toda la clase. A Francisco le llama Paco, y éste se cabrea.

HARRI,

alumno. Su macuto es un gran bazar. Algo así como "El Perla": hay de todo. Le fascina la naturaleza y practica kárate con Tío Tie.

 

 

1

 

 

 

A modo de sinopsis del argumento

 Pues señor, todo sucede en uno de esos colegios de Primaria en los que las últimas leyes educativas han propiciado una enseñanza comprensiva e integradora. Nueva terminología, nuevos libros, nuevos métodos... Bueno, los alumnos son los mismos, y también el maestro, don Pergamino.

Son las nueve y quince de la mañana o ¿tal vez las quince horas? El centro funciona como un reloj; también la clase de 3º. Pero, ¿de tercer ciclo o de segundo ciclo? Quién sabe. Los 28 alumnos están aprendiendo a aprender contenidos, procedimientos y actitudes. A ver, ¿pero son veintiocho o siete? ¡Qué más da! El siete da más juego, ¿no?

CARMENCITA es un hacha para las Naturales, HARRI... ¡Ay, si no fuera por HARRI, la mayoría de las cosas andarían perdidas! TÍO TIE acude a la clase de Logopedia: sí, la de soplar la vela y llenar el globo. No hay por qué extrañarse; también Demóstenes se recuperaba de su tartajeo con piedrecitas. PETETA es superdotada. Lleva un plan de ampliaci6n de estudios. PETETA resuelve todos los asuntos intelectuales de la clase de DON PERGAMINO.

FRANCISCO es tonto, ¡perdón!, hace  un tiempo se llamaba minusválido, ahora se dice discapacitado: el Equipo le ha detectado un C.I. de... no sé qué tanto por ciento. FRANCISCO se encarga de tener llena la cántara del agua. Francisco siempre se queda con lo último que le dices: "Francisco, ¿qué te gusta más, el Madrid o el Barcelona?" "Eeh Aaona", responde; e inmediatamente enarbola la bufanda y empieza a corear "Ahá. Maií". Si señor: "¡Hala, Madrid!", diría enseguida POLVORÍN, su traductor. Como ha de ser; aunque don Perga, en el fondo, sea de La Real. Pero, FRANCISCO no sólo se ocupa de tener la cántara llena, también hace dictado de derecha a izquierda y estudia los colores y va al aula de educaci6n especial... y hace de maestro cuando DON PERGAMINO da alguna cabezada.

A DON PERGAMINO, esto de la Reforma le ha cogido un poco mayor. Sin embargo, hace lo que puede... Pero, silencio. Ya está bien de preámbulos. Se apagan las luces y el telón empieza a levantarse. Suena la música, los versos de don Fernando Pessoa tiemblan en el aire y el escenario se ha llenado de luz. Es la clase. ¡Chsss!....

 

2

 

 

 

Dramatis personae:

DON PERGAMINO

FRANCISCO

POLVORÍN

TÍO TIE

PETETA

JESUSA

CARMENCITA

HARRI

Escenario:

LA CLASE

 

3

 

 

 

CUADRO PRIMERO

La luz de la mañana penetra a cuarterones por la ventana de la habitación en la que DON PERGAMINO, maestro de cuentas y gramática, posee su escuela. Una mesa, la del maestro, como un arco del triunfo romano. Y encima, a la derecha, tintero y pluma, y a la izquierda, un globo terráqueo; dos bancos, más humildes, frente a la mesa, para los alumnos. En la pared de la ventana, la pizarra y un mapa, en colores, de todos los continentes. Y el botijo. ¿Dónde estará el botijo?, pensarán los lectores y el director de la puesta en escena. No hay que impacientarse: cada cosa en su momento.

(Una voz entra lenta, al igual que la luz, y suena en off. Canta:)

A veces, y el sueño es triste,

en mis deseos existe

lejanamente un país

donde ser feliz consiste

solamente en ser feliz.

Se vive como se nace

sin querer y sin saber.

En esa ilusi6n de ser,

el tiempo muere y renace

sin que se sienta correr. (1)

(Como una ráfaga de viento fresco en torno a la farola entra FRANCISCO. Rápido, como un tic nervioso, coloca la cartera en el suelo y, canturreando por sevillanas, borra la pizarra. Antes de terminar la limpieza, POLVORÍN aparece, por la izquierda, por ejemplo, y en maniobra de experto explota el petardo justo a los pies confiados de FRANCISCO que, como Dios manda, se asusta.)

FRANCISCO. —  Poviín, vetalamiedra, onto.

POLVORÍN. — Mira, Francisco, que piola nueva me he comprao.

FRANCISCO. — ¿Queeeeee'eees?

(Entra también por la izquierda, ¿por qué no?, TÍO TIE.)

TÍO TIE. — Ostiii tío. ¿Tío tie... tío tie... tío tienes la redacción hecha?

 

4

 

 

 

POLVORÍN. — (Acordándose.) ¡Ocha tú... la redacción...!

(Entran PETETA, JESUSA y CARMENCITA por la..., ¿por dónde van a entrar si la puerta de la escuela está a la izquierda, eh?)

PETETA, JESUSA y CARMENCITA. — Buenos días.

TÍO TIE. — (Dirigiéndose a PETETA.) Osti, tia, ¿me dejas la redacción?

PETETA. — No.

TÍO TIE. — ¡Osti, tía!, tía tie... tía tie... tía tie...

CARMENCITA. — (Cortándole el encadenado.) ...Una mala leche que pa qué. Pero no te la dejamos.

(A lo Indiana Jones, por debajo del mapa, aparece HARRI, como si de una genuina persecución se tratara. Por la izquierda no ha entrado; ¿por dónde ha caído este demonio? Va vestido, así mismo, a lo Indiana Jones, pero con pantalón corto. Lleva en la mochila una panoplia de ingenios y sofisticados artefactos, no se sabe si de supervivencia o de cachondeo.)

JESUSA. — (Repasando.) Harri, Madagascar, ¿capital?
HARRI. — Tananarive.
CARMENCITA. — (También repasando, pero Matemáticas.) Polvorín, ¿nueve por siete por dos?
POLVORÍN. —  ¡Ocha, el libro de Mates!
FRANCISCO. — (Respondiendo a CARMENCITA.) Ientovintieei. CARMENCITA. — ¿Cuánto! (Sorprendida por la respuesta.)
POLVORÍN. — (Traduce.) Ciento veintiséis. (Dirigiéndose a TÍO TIE.) Oye, Tío Tie, ¿te has traído el trompo?
TÍO TIE. — No. (Mientras, como siempre, FRANCISCO mete las narices en todas las conversaciones.)
PETETA. — Estate quieto, Francisco.
CARMENCITA. — Que te estés quieto, ¡coñee!
FRANCISCO. — ¿Eh quetamalaa?
JESUSA. — Tengo chuches. (FRANCISCO se acerca y coge un chicle y una gominola.)
HARRI. — ¡Ey!, dame un tiburón, tía.
TÍO TIE. — ¡Osti, tía!, tía tie... tía tie... tía tie... ¿tienes huevo frito?

 

5

 

 

 

JESUSA. — Toma. (Dirigiéndose a FRANCISCO, que no para de meterse en todo.) Tate quieto, Paco.

FRANCISCO. — ¡Omigas Paco!, meamo Acicoo.

(Se reparten los chuches de JESUSA. HARRI parece que se las tiene tiesas con el escualo: más que comer es como si se llevara a muerte con él. Entre tanto, CARMENCITA dibuja monigotes en la pizarra con TÍO TIE.)

CUADRO SEGUNDO

(Entra DON PERGAMINO: la cartera llena de sabiduría, el guardapolvos impecable y un lazo muy cuco al cuello. Todos van a los bancos.)

DON PERGAMINO. — (Con la natural amabilidad de siempre.) Buenos días.
TODOS. — ¡Buenos días, don Pergamino!
DON PERGAMINO. — (Examina el estado de la clase con aspecto severo, pero afable.) Francisco, la pizarra.

FRANCISCO. — Iaaeimpiao etaañana; ha io Aencita, Donpeamino. (Pero se pone a limpiar el encerado de nuevo.)

DON PERGAMINO. — (Tras breve pausa.) Repaso de tablas. Atentos, ¿nueve por siete por dos?

FRANCISCO. — (Adelantándose a todos.) Ientovintiei.

DON PERGAMINO. — (Muy sorprendido.) ¡Ehm!

POLVORÍN. — (Traduce lo que ha dicho FRANCISCO.) Ciento veintiséis.

DON PERGAMINO. —Bien... (Le interrumpe FRANCISCO.)

FRANCISCO. — Dompeamino, ¿y aeota? (Y sigue limpiando el encerado.)

DON PERGAMINO. — No hay pelota. Francisco, ve a llenar el botijo. (Breve pausa. FRANCISCO termina de limpiar y sale.) Bien, sigamos, ¿diecisiete catorce y tres?

PETETA. — (Casi al instante.) Treinta y cuatro.

DON PERGAMINO. — Cincuenta y cinco más veintinueve menos trece.

PETETA. — (Mientras los demás cuentan con los dedos, PETETA, en un  santiamén da la respuesta.) Setenta y uno. (Todos se quedan boquiabiertos, incluido DON PERGAMINO.)

 

6

 

 

 

DON PERGAMINO. — Bien..., a ver los trabajos; los quiero en mi mesa antes de cinco segundos.

 (Gran revuelo de carteras y papeles en el aula. Todos miran a PETETA, suplicantes. PETETA se levanta y, muy diligente, se encamina hacia la mesa de DON PERGAMINO, los demás respiran aliviados.)

PETETA. — Don Pergamino, ¿le leo la redacci6n que he escrito?

DON PERGAMINO. — Lea su redacción. (Dirigiéndose a los demás.) Y ustedes, presten atenci6n.

(El profesor, atusándose las guías del bigote,  se recuesta en su sillón,  satisfecho y concentrado).

PETETA. — El título de la redacci6n es "Las mareas mareantes de la mar serena y de cómo es que son más mareas cuanto más mareado estás". (Tras una brevísima pausa.) El mar marea, pero marea menos desde que se inventó la biodramina. Pero yo me pregunto, ¿qué marea más, el mar o las mareas? O dicho de otro modo, ¿marea más el mar desde que existen las mareas? Otra pregunta, ¿desde cuándo existen las mareas?... El poeta dice: rosa centifolia, marina, mariana, mareada y mareante mariposa...

(DON PERGAMINO, al arrullo de la voz monótona de PETETA, se ha ido quedando dormido, junto con todos sus alumnos.)

(Es un excelente ejemplo de enfriamiento por evaporación: el agua se evapora ligeramente a través de la arcilla porosa y resta calor al conjunto. Cumple las normas de la Semana de la Ciencia; allí se explica la termodinámica del botijo.) (2)

 

 

7

 

 

 

CUADRO TERCERO

(Entra FRANCISCO con el botijo.)

FRANCISCO. — ¡Aua!

(Como el grito de los trileros, la palabra despierta a los dormidos alumnos, no así al profesor dormido. Se desperezan aquellos. FRANCISCO espabila a los más remolones, a JESUSA, por ejemplo. Y todos se acercan sigilosos al durmiente DON PERGAMINO. Se abre paso POLVORÍN, que empuña, con precisi6n de experto, la piola comprada aquella misma mañana y que deposita bajo el sillón del dómine. Todos se retiran expectantes a una distancia prudencial, enciende la mecha POLVORÍN y... "¡piñaaaa!"...; todos comprueban que a DON PERGAMINO no lo va a desvelar una palabra más alta que otra. Inmediatamente comienza la acci6n. HARRI saca de su mochila un guardapolvos inmaculado, un lazo cuco para el cuello y un pantalón negro un poco ancho. Les da las prendas a CARMENCITA y a TÍO TIE, los cuales proceden a investir con ellas a FRANCISCO; bueno a DON FRANCISCO. Mientras, POLVORÍN sigue atento la ceremonia. HARRI, secundado por JESUSA, procede a manipular las manecillas del reloj despertador. Y PETETA, sin dejar de recitar con su voz monótona y un pelín narc6tica el principio de la redacción, va copiando en la pizarra los ejercicios del día. Acabada la investidura catedralicia, POLVORÍN concede un notable alto al resultado; FRANCISCO, bueno, DON FRANCISCO, palmeta en alto impone silencio.)

FRANCISCO. — Iencio, ieeenciooo heicho.

(Todos se sientan en sus lugares del banco y obedecen a su modo.)

FRANCISCO. — (Levanta un poco los hombros con satisfacción contenida y se pasa las manos por el guardapolvos de manera cómplice.) Aeatoo luu. Auica peuaaoo, uo do tes, ya. (Se oyen murmullos asintiendo.) Ienciooo. Ave, oe′erciciatuales.

TODOS. — (Con ligera sorna.) ¿Queeeeé...?

POLVORÍN. — (Que es el traductor de FRANCISCO, como se ha podido comprobar, y como se verá de ahora en adelante.) Naturales.

 

8

 

 

 

FRANCISCO. — Hai, ázame ea mo'ca. (HARRI se hace el despistado.)

HARRI. —  ¿Qué?
FRANCISCO. — Que ecaze ea mo'ca, Hai.

HARRI. — Ahora mismo, maestro.
FRANCISCO. — Oemaa, ainguée. Guuu monii.

TODOS. — Jalooó.

FRANCISCO. — Ien, a'táa. (Corto silencio) Tioté, aogopedia.
TÍO TIE. — No, don Francisco, a logopedia, no.
FRANCISCO. — Siiii, quetatancaa.
TÍO TIE. — Que me atranco yo, que yo... que yo... que yo...
FRANCISCO. — (Cortándole.) Quesi, que tiedifettia.
TÍO TIE. — Bueno... Pe yo... pe yo... pero yo no me atranco, ¿eh?

TODOS. — Que si te atrancas, Tío Tie.
TÍO TIE. —  Que no.

POLVORÍN. — A ver, di: "¿Tío, tienes piolas?".

TÍO TIE. — Tío tie... tío tie... tío... (Le interrumpe FRANCISCO.)

FRANCISCO. — Veomo itatancaa. Aopedia. (Mirando a CARMENCITA.) Aencita, aizarra, acuentaa.

CARMENCITA. — Que son Naturales.
FRANCISCO. — Atuales no, ahoaengua. (TODOS, menos POLVORÍN.)
TODOS. — ¡¿Cómo?!
POLVORÍN. — (Traduce.) Lengua.

(El baile de libretas y libros se va enredando en un juego del que el único ajeno es TÍO TIE, que en un espejo junto a la pizarra, y de espaldas a los demás, hace sus ejercicios bucales y linguodentales. Cuando el alboroto va a llegar al vértigo y al paroxismo, FRANCISCO, totalmente agotado, bufa respirando hondo, mientras deja caer las manos al suelo como un manojo de sarmientos sin atar, ahíto de tanta cultura.)

FRANCISCO. — ¡Ufffff...! Ecansoo. Aeé, Esusa, eoaiyo.

JESUSA. — ¿El qué?

POLVORÍN. — El bocadillo, Jesusa.

 

9

 

 

 

 (TÍO TIE se vuelve rápido de sus ejercicios y se acerca al grupo.)

TÍO TIE. — ¡Ostii, tía...! ¿Tía tie... tía tie... tiene mortadela?

JESUSA. —  De olivas con nocilla.

TÍO TIE. —  ¡Ostiiiii, tíaaaaa!

POLVORÍN. — Aquí está el dominó.

FRANCISCO. — Aencita, aeté a fanta.

(CARMENCITA sale a por la Fanta, por la izquierda, naturalmente). TÍO TIE, JESUSA, HARRI, que por fin cazó la mosca, FRANCISCO y
POLVORÍN se sientan a la mesa del maestro. Cortan en ocho trozos el bocadillo de JESUSA, que se guarda una punta. PETETA está acabando de escribir en la pizarra los ejercicios del día; en cuanto termina se une a la merendola. En ese mismo momento entra CARMENCITA con la Fanta y los vasos de plástico. La conversación entre todos es un ronroneo confuso y continuado del que sobresale audible só1o el ritmo mon6tono de la voz de PETETA, con su redacción sobre las mareas.

POLVORÍN. — ¡Eh!, ¿hacemos gimnasia?

TODOS. — ¡Siiiiii!

(FRANCISCO se levanta y da un pequeño golpe con la palmeta, poniendo orden y, entre todos, ya dueños de sí mismos, recogen y ordenan la mesa de DON PERGAMINO, bendito sea. Todos expectantes aguardan las órdenes de FRANCISCO, perdón, DON FRANCISCO.)

CUADRO CUARTO

FRANCISCO. — Ainaia. Aca aeota, Esusa.

(Todos, excepto FRANCISCO, claro, se quedan en prendas pudendas, blancas e interiores. Se alinean y esperan la orden para empezar.)

FRANCISCO. — Uo... Ienciooo. (Breve pausa.) uo do tes, ya.

(Simultáneamente todos comienzan sus respectivos ejercicios al ritmo que FRANCISCO, perdón, DON FRANCISCO, marca con la palmeta. Así, JESUSA juega con una pelota mientras recita.)

 

10

 

 

 

 

JESUSA. — Bota bota mi pelota, bota bota. Si se rompe, mi mamá me compra otra...

CARMENCITA Y POLVORÍN. — (Saltan al burro alternándose con los versos de este poema.)

A la una de la mula,

A las dos del caracol.

A las tres del milindrés.

A las cuatro de mi gato.

A las cinco salto y brinco

........................................ (3)

TÍO TIE y HARRI. — (Practican kárate con sus sombras respectivas, mientras gritan.)

Ja    ku    ta    ku

Ja    ku    ta    ku

.   .   .   .   .   .   .

 PETETA. — (juega con otra pelota, como JESUSA, paseándosela de una mano a otra, mientras dice, de manera monótona.) Las mareas mareantes de la mar, son mareas si mareado estás.

 (El “rinnnnnnnng” del reloj despertador que hay sobre la pila de libros, bajo la ventana, sacude la frenética actividad.)

TODOS. — ¡El recreo!!!

(Se visten rápidos y salen por la...  derecha, que es allí y no en otro lugar donde se ubica la puerta del patio, como muy bien está señalada en el dibujo de la página 3. ¿Y por qué en el dibujo, se preguntarán algunos lectores y el director de escena, no aparecen los personajes? ¿Qué pensáis que estamos de guasa? Pues no. Cada cosa en su momento. FRANCISCO se queda solo. Cuando acaban de salir todos, se dirige serio y despacio al proscenio y canta.)

Ala Adrí, ala Adrí.

Elaadrí el campeoó.

 

 

11

 

 

 

 (Luego sale por la derecha a disfrutar del tan merecido recreo. Oscuro sobre el profesor dormido, mientras la voz en off del primer cuadro canta.)

 “No sé si durmiendo

o arrobado estoy:

sé que estoy sintiendo

que estoy sonriendo

el sueño que soy”. (4)

CUADRO QUINTO

 (Luz. Timbrazo de “se acabó el recreo”. Por la derecha del escenario entran todos, CARMENCITA persiguiendo a FRANCISCO, que aparece tambaleante pero que no se acaba de caer nunca. Se van sentando.)

CARMENCITA. — Dame eso, Francisco; que me lo des, ¡coñe!

FRANCISCO. — Ome illas, ome illas...

TÍO TIE. — ¿Tío tie... tío tie... tío, tienes la lengua?

POLVORÍN. — ¡Ocha, la lengua!

(DON PERGAMINO se está desperezando, los alumnos esperan sentados, muy quietos y en silencio, que se aclare del todo.)

DON PERGAMINO. — (Recomponiendo, un tanto azorado, su figura.) Ehhh, bien... (Como cogiendo el hilo.) Estábamos viendo...
PETETA. — Mi redacci6n de las mareas. ¿Se la leo otra vez?
DON PERGAMINO. — No, muy bien, Peteta... Eh, Francisco, vete a llenar el botijo.

(Sale FRANCISCO con el botijo lleno a volver a llenarlo.)

DON PERGAMINO.— y ahora vamos a ver la Lengua

CARMENCITA. — Ya la hemos dado don Pergamino. (Todos señalan a la pizarra donde hay escritas dos oraciones debidamente analizadas.)

DON PERGAMINO. — (Sacudiéndose un poco el sopor de la siestilla.) Bien, entonces vamos a pasar a Matemáticas.

 

12

 

 

 

JESUSA. — ¿Otra vez?

DON PERGAMINO. — ¿Cómo?

(Todos vuelven a señalar hacia la pizarra, en la que, con resultados exactos, permanece escrito el desarrollo de dos problemas aritméticos. En ese mismo momento, entra FRANCISCO con el botijo, lo deja en su sitio y se sienta.)

DON PERGAMINO. — (Algo turbado.) Estooo... (Se acaricia la barbilla con los dedos índice y pulgar de la mano derecha.) Bien, Harri, cázame esa mosca. (HARRI se apresta a la caza, como antes.) Pues, entonces vamos a ver las Naturales.

HARRI. — (Saca la mosca que ya había cazado antes para FRANCISCO.) Si ya hemos analizado la mosca, don Pergamino.

DON PERGAMINO. — ¿Cuándo?

(Señalan todos, de nuevo, hacia la pizarra, en la que aparece el dibujo de una mosca debidamente diseccionada y anotada.)

DON PERGAMINO. — (Un poco ofuscado, respira hondo y reacciona con rapidez.) ¡Poesía! Memoricen todos: (Y recita melodiosamente el siguiente poema.)

"La plaza tiene una torre,

la torre tiene un balcón,

el balcón tiene una dama,

la dama una blanca flor.

Ha pasado un caballero

–¡quién sabe por qué pasó –

y se ha llevado la plaza

con su torre y su balcón,

con su balcón y su dama,

Su dama y su blanca flor." (5)

DON PERGAMINO. — (Finalizada la declamación.) Ahora recítela usted, Francisco.

 

13

 

 

 

FRANCISCO. — (Nos ahorramos la transcripción literal de lo que dice a continuación. Pero juntando las palabras y despojando el texto de algunas consonantes, más bien, casi todas, tendremos una versión bastante aproximada a los versos que  recita. Todo, eso sí, con un ritmo aprendido de tanto escuchar el poema.)

DON PERGAMINO. — Bien, Francisco, bastante bien. (Pausa.) Ahora a  recitar todos. (Recitan e  inmediatamente.) Y ahora, a gimnasia.

TÍO TIE. — Don Per... don Per... don Per... don Pergamino, que estamos ya muy cansados, ¿podemos hacer un descanso?

TODOS. — (Con ironía.) Ande, venga... don Per... don Per... don Per... don Pergamino.

DON PERGAMINO. — Vale, un minuto. (Breve pausa.) ¿Qué te ha puesto tu madre en el bocadillo, Jesusita?

JESUSA. — Mortadela de olivas, don Pergamino.

DON PERGAMINO. — ¡Hummm! ¡Qué buenas!

JESUSA. — ¿Quiere un poco?

DON PERGAMINO. — ¿Una puntita?

JESUSA. — Claro, don Pergamino. Tenga.
TODOS. — (Con un poco de guasa.) Buen provecho, don Pergamino.

CUADRO SEXTO

(Todos se recrean en el descanso. FRANCISCO chincha a CARMENCITA y a JESUSA, que lo persiguen cabreadas. TÍO TIE y POLVORÍN bailan el trompo; mientras, PETETA ayuda a HARRI a dibujar en una cartulina un plano con  tesoro. Acabada la puntita del bocadillo, DON PERGAMINO, con la palmeta, llama al orden.

DON PERGAMINO. — Todos a gimnasia. Francisco, saca las pelotas.

(Igual que en igual situación del cuadro anterior, todos se quedan en cucos y calzones; Se alinean y esperan la orden para empezar.)

DON PERGAMINO. — Atentos: uno, un, dos y tres. Ya.

 

14

 

 

 

 (Todos vuelven a repetir los mismos movimientos que en el susodicho anterior cuadro. DON PERGM1INO sigue, callado y satisfecho, el ritmo en el que se mueven los alumnos. Cuando más complacido está, suena el timbre del recreo; estupefacto consulta su reloj de bolsillo, herencia de un abuelo suyo, regador. Sin esperar la orden, todos se cambian rápido y salen por la ya conocida puerta derecha)

TODOS. — ¡El Recreo!

(Se queda solo DON PERGAMINO, que muy serio se acerca al proscenio y haciendo un guiño cómplice a los espectadores, si hay, canta:)

Hala Madrid, hala Madrid.
El Madrid es caaampeoooón".

 (Radiante, DON PERGAMINO, vuelve a su sillón, mientras un OSCURO va sellando la luz del escenario. Otra vez, la voz en off recita.)

A veces, y el sueño es triste,

en mis deseos existe

lejanamente un país

donde ser feliz consiste

solamente en ser feliz.

TELÓN

 

15

 

 

 

 

(Si hay un elemento en el aula que esté unido consustancialmente a Francisco, es el botijo. Conoce las excelencias de refrigeración y como el botijo rezuma el agua: se evapora ligeramente a través de la arcilla y la pone fresquita. En palabras de Vicente Medina en LA BARRACA: El cantarero reluce, / la cantarica tresmana / fresca y como un sol de limpia, / que abre de beber las ganas... (6) )

 

16

 

 

 

 

(En realidad se llama Pepe. Pero todos le llaman Polvorín. Es un alumno inquieto, nervioso, investigador y un poco olvidadizo con las cosas del cole. Cuando actúa, es un relámpago. Se interesa por todo. Es el traductor oficial de Francisco. Las relaciones entre ambos son extraordinarias: está siempre pendiente de él y a cada momento haciéndole diabluras. Su agitada energía está a punto de explosionar y de desparramarse en cualquier instante. De sus bolsillos pende el rabito de la piola que puede estallar cuando menos se espera.)

 

17

 

 

 

(De mayor será un buen biólogo y un gran botánico. Hasta cuando come “chuches” de los que lleva Jesusa, elige golosinas con forma de animales o plantas. Suministra al aula de los ejemplares necesarios para las clases de anatomía y disección, así como de los instrumentos y herramientas precisos. Es clásica ya la frase que dice Francisco, mil veces repetida por don Pergamino: “Hai, ázame ea mo’ca”, mientras Harry se hace el desentendido. Es un Indiana Jones.)

 

18

 

 

 

(Jesusa: carita sonrosada, amable, sencilla y alegre. ¡Ay, Jesusa! Si no fuera por Jesusa, ¿quién traería los caramelos, los chicles, las tartas de gominolas, las golosinas y "chuches" de todos los colores y formas? Por eso, se lleva bien con todos. Por eso y por el carácter cándido y amable. Es obesa, según el Equipo, pero ella mantiene que está más bien flaca. Su abuela dice que la niña está rechonchita y su abuelo, que de buen ver. ¡Qué sería de don Pergamino sin la puntita de bocadillo de Jesusa?

 

19

 

 

 

(Alumno que se atranca cuando empieza a hablar: disfémico, en el diagnóstico del Equipo. Sus ascendientes mas considerados son Demóstenes en la Grecia clásica y Niccolò Fontana (Tartaglia), en la Italia del siglo XVI. El chándal burlón, que se pone, refleja mucho su estado interior.)

 

20

 

 

 

(Es un verdadero pozo de ciencia: un valioso tesoro. Tras el diagnóstico del Equipo, lleva un programa especial de ampliación de estudios. De mayor será lo que quiera ser: tanto en las ciencias exactas, físicas, químicas y naturales como en la ciencia ficción.)

 

21

 

 

 

(En el caso de Carmencita, una imagen vale más que mil palabras.)

 

22

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


1   Fernando Pessoa, Cancionero.

2   Alberto Linés Escardó, “La cerámica del agua y su relación con la aridez”, en la página web:

http://www.meteored.com/ram/1797/la-cermica-del-agua-y-su-relacin-con-la-aridez

3   Anónimo, Cancionero popular.

4   Fernando Pessoa, Cancionero.

5   Antonio Machado, De un cancionero apócrifo. Abel Martín.

6   Vicente Medina,  “La Barraca”, en Antología poética, edición de Francisco Javier Díez de Revenga – 1999.